Let me go, Ernő

sábado, 30 de junio de 2012

Toda la educación que mis ancianos y difuntos padres me inculcaron durante años se va al carajo cuando una vieja chota se me sienta al lado en el bondi y me empieza a hablar del calor y del soñando por bailar!


jueves, 28 de junio de 2012

Si las iglesias dejaran de ofrecer algo tan banal como la vida después de la muerte y en cambio ofrecieran algo más copado, como por ejemplo el poder de leerle la mente a las viejas del bondi para saber cual va a desocupar primero un asiento creo que ganarían más seguidores. Yo por lo menos me transformaría en un ferviente católico! :D


sábado, 16 de junio de 2012

Dedicado al Sr. Herrera Duby...

Anillos, espadas, comunismo y otras yerbas (1° parte)

Gandalf o el claro ejemplo del mago que tranzo con el sistema

En Gandalf pueden observarse claramente dos etapas, que son muy antagónicas entre sí. La primera etapa, la cual yo valoro y respeto mucho, nos muestra un Gandalf proletario, siempre pendiente del bienestar del prójimo, con una total abnegación. Se puede observar que es totalmente anti-materialista ya que no le importa tener un pulcro atuendo blanco, una barba perfectamente arreglada o un bastón prolijamente tallado, sino que se conforma y es feliz con su aspecto desprolijo y bohemio. Disfruta de los placeres simples, como leer un buen libro, charlar con amigos o fumar su narguile. Su dedicación al prójimo es total, ya que decide sacrificar su propia vida con tal de impedir que el Balrog de Khazad Dûm cruce el puente y continúe acechando a los miembros de la Comunidad del Anillo. Sin este heroico acto por parte de él probablemente Sauron hubiera acabado con toda la civilización de la Tierra Media y yo no estaría acá escribiendo estupideces. Entonemos la marcha peronista en honor al compañero caído: el gran Gandalf el Gris.
Si la historia de este gran mago hubiera terminado acá, ahora seria más famosos que el mismísimo Che Guevara, y su imagen aparecería en todas las banderas de los diferentes movimientos sociales, organizaciones gremiales y hasta habría un centro de estudiantes con el nombre de Gandalf, el proletariado gris.
Pero la historia no termina acá. Como todos sabemos, Gandalf logro vencer al Balrog, aunque le haya costado la vida. Aun así, fue devuelto a la Tierra Media para completar su misión, pero ya no era el mismo Gandalf Capagris. El capitalismo salvaje había influido notablemente en él, se había aburguesado: se transformo en Gandalf El Blanco. Dejo totalmente de lado su aspecto hippie que tanto lo caracterizaba: cambio sus harapos por una pulcra vestimenta del más puro color blanco, su barba y su cabellera eran ahora recortadas prolijamente en finas barberías élficas y cambio su antiguo bastón de viaje por uno magistralmente tallado por los más exclusivos artesanos de Rivendel.
J.P. Feinmann “el Bueno” en su segundo tomo de “Peronismo: filosofía política de una persistencia argentina” escribe lo siguiente: (…) “fácilmente se puede hacer un paralelismo entre Gandalf “el burgués” Blanco y el Perón de la tercera presidencia, ya que ambos se acercaron a la derecha, aunque es necesario destacar que Gandalf, a diferencia de Perón, evitó perseguir a los comunistas enanos o a los montoneros de Rohan, no por falta de deseo sino, probablemente, porque sin la ayuda de ellos no hubiese sido posible vencer a Sauron.”
Más allá de su execrable inclinación luego de su lucha contra el Balrog debemos destacar que siempre se comporto como un valiente y temerario mago que nunca dudo en poner en peligro su vida con tal de cumplir sus objetivos. No dudo en decir que Sauron fue vencido por la astucia y la voluntad inquebrantable de Gandalf.




martes, 12 de junio de 2012

Me causan mucha gracia los estúpidos que publican fotos en sus respectivos muros de Facebook donde aparecen frases tales como "Unite si no miras tinelli" o "Cada vez que ponés tinelli un libro se suicida", no sean hipócritas, todos sabemos que en su vida agarraron un puto libro y que además miran Tinelli a escondidas, del mismo modo que yo miraba los Teletubbies XD. Además si tuvieran dos dedos de frente lo que haga Tinelli o el resto de las personas les tendría que chupar un huevo, no se mientan a ustedes mismos, si quieren mirar tinelli háganlo, todos tienen derecho a ser estúpidos...


domingo, 10 de junio de 2012

Viejas que viven la vida buscando excusas para molestar a las personas...

Excusa N° 347: Viajar en bondi usando una excesiva cantidad de un perfume berreta y barato ("Prohibida" de Avón, a $2 el litro) que nada tiene que envidiarle al rico aroma que desprenden los zorrinos. Las viejas se creen que son pitucas y desfilan por el bondi como si éste fuera una pasarela, además miran a la gente con una mirada altanera. Lo único que consiguen es el odio de las personas que, al no poder respirar el aire viciado del bondi, recurren a abrir las ventanillas, y eso no es lo mas recomendable en invierno. Encima las viejas tienen la delicadeza de decirte: "Cerrá la ventanilla que hace frío"."Okey, yo la cierro pero vos deja de ponerte Acaroina en el pelo" seria una buena respuesta.




martes, 5 de junio de 2012

Volvía de la facultad muy feliz de la vida, a media cuadra de mi casa veo dos pibitos de 8 o 10 años, uno andaba en patineta. Sigo caminando, el de la patineta pasa muy cerca mío. El otro pibe le grita: "Guarda, casi chocas al SEÑOR, gil". SEÑOR! Ya no estoy tan feliz de la vida.


lunes, 4 de junio de 2012


¡Oh No! Mi primera publicación... Que debo escribir? Estoy sentado frente a la pantalla en blanco sin saber que hacer. Mi queridisimo amigo Herrera me dijo: "Ahora vas a tener un lugar donde poner todos tus pensamientos más retorcidos sin necesidad de dar explicaciones. Solo saca toda la mierda". Y eso voy a hacer, pero no hoy.
Sinceramente no tengo ganas de escribir, ademas tengo hambre, y como vivo solo tengo q cocinarme! Lo mejor va a ser publicar algo que escribí hace un tiempo.
Enjoy it!
Entra Que No Te Voy A Pegar 
En éste pequeño cuento voy a tratar de detallar como, cuando éramos pibes chicos, nuestros padres nos sometían a un nefasto terrorismo familiar, la mayoría de las veces aceptable debido a que nosotros teníamos un comportamiento que nada tenía que envidiarle a Lucifer.

¿Quién no se acuerda de aquellas salidas en las que íbamos a la plaza con nuestras madres, tías y primos? Yo todavía era hijo único y cuando me juntaba con mi primo potenciábamos nuestro mal comportamiento, que ya era bastante malo. Cuando ya nos tornábamos muy insoportables mi mama me agarraba de la mano, me alejaba de todos y me decía al oído para que nadie escuche: "vas a ver cuando lleguemos a casa", mientras ponía cara de loca y me tiraba de la patilla sin que nadie nos viera ni me pueda defender de esta agresión sin sentido. Esto me producía un escalofrió instantáneo y borraba mi sonrisa de diablito. Acto seguido volvíamos con los demás de la mano como si nada hubiera pasado, aunque de vez en cuando mi mama me miraba de reojo con su mejor cara de mala y me hacía acordar el oscuro futuro que me esperaba cuando llegara a mi casa. El trayecto de vuelta hasta mi casa se hacía interminable y a medida que faltaba menos para llegar se me aceleraba el ritmo cardiaco hasta tal punto de que parecía que me iba a explotar el corazón. No hace falta explicar lo que pasaba cuando llegabas a casa.
Mi santa madre tiene una paciencia de oro ya que cuando nacieron 2 de mis tres hermanos la cosa se torno bastante jodida. Para colmo éramos todos varones (y seguimos siéndolo, gracias a dios y a Perón.
Siempre pasaba lo mismo, los tres jugábamos tranquila y pacíficamente como buenos hermanos hasta que Federico le arranca la cola a mi Pikachu de un mordisco y yo, de bronca le revoleo una pokebola de plástico por la cabeza. Así comienza un combate épico entre los tres que culmina con la llegada de mi vieja a mi pieza con cara de desquiciada gritando: ¿que pasa acá, carajo? (creo que mi mama no decía carajo, pero así parece más loca). Seguramente encontraba un cuadro dantesco en donde yo estaba cagando a palos al Chino con un palo que alguna vez fue de un caballito de madera y Federico teniéndolo para que no se escape. Al ver esto mi vieja corría a la pieza de ella y nosotros podíamos ver con espanto como abría el primer cajón del ropero y sacaba el cinto de cuero de mi viejo con hebilla de plata y oro con las iniciales CZ.
Al ver esto corríamos a escondernos abajo de la cama, como yo era el más grande me metía primero y me acercaba lo mas que podía contra la pared, después se metía Federico y por último el Chino.
Cuando escuchábamos los pasos de mi vieja caminando a nuestra pieza el corazón se nos salía de la boca. Mi mama gritaba: ¡salgan de abajo de la cama! con una voz endemoniada e impropia de ella, al ver que no hacíamos caso, metía la mano abajo de la cama y arrastraba al Chino fuera, que gritaba como si estuviera frente a el mismísimo diablo. Como era el primero en agarrar se comía la paliza con mayor fuerza. Es indescriptible el terror que yo experimentaba esperando que me llegue el turno, después de Federico, de esa paliza inevitable. En esos segundos antes de que me toque mi turno me preguntaba cosas como ¿Para qué le rompí la cabeza con la pokebola?, o No lo voy a volver a hacer mama, por favor no me pegues, o yo no tuve la culpa, o Federico empezó a molestar y cosas así.
Si había algo bueno en todo este despelote era que cuando me tocaba recibir los cintazos a mí, que era el último, mi vieja ya estaba cansada de azotarnos (bue... tan mala era?) y los golpes que yo sentía no me dolían, igual tenía que derramar algunas lagrimas y hacerme el que me dolía para que mi mama no se diera cuenta.
Después de esto, antes de volver a la cocina, mi vieja nos gritaba: ¡que sea la última vez! ¿Me escucharon?, mientras blandía de forma alocada el cinturón.
Los tres respondíamos con voz cansada de llorar: s...s..Siii mama... sniff... sniff..., y nos quedábamos acurrucados en los rincones de la pieza por horas, hasta que nos llamaban a comer. nos sentábamos en la mesa calladitos y nos servían un abominable plato de lentejas con un bife de hígado (puaj!!!), esta combinación es totalmente mortal y más perjudicial para la salud que el mismísimo vino con sandia, no conozco persona en el mundo que le guste pero nuestros padres lo comían y ponían cara de estar disfrutando un delicioso sabor, pero lo que no sabíamos era que lo único que estaban disfrutando era ver nuestras caras de asco al meternos una cucharada de lentejas en la boca, aparte nosotros llevábamos las de perder porque como hace unas horas nos habían cagado a cintazos por portarnos mal, teníamos que hacer buena letra y comer todo sin decir una sola palabra. Te sentías Dios cuando te terminabas el plato. Mirabas a tus viejos con cara altiva y pensabas para vos mismo: ¡vieron forros que me termine todo y no dije nada!, pero de pronto la sonrisa se te borraba al ver que tu vieja se paraba y te servía un rebosante plato de sopa de verduras y lo apoyaba adelante de vos mientras te miraba con la misma cara altiva que tenias hace unos momentos. Pero me estoy yendo de tema.
Volvamos a las palizas, pongamos el hipotético caso en el que era mi turno de recibir la paliza, si tenía un poco de suerte podía escapar de mi pieza sin que mi vieja me agarre, sentía que tocaba el cielo con las manos y que ya estaba salvado. Salía corriendo al patio de mi casa, un lugar donde era imposible que mi vieja consiga agarrarme. Me escondía atrás de las plantas de mi abuela y veía como mi vieja se acercaba a la puerta y me gritaba: ¡volve adentro Leandro! al ver que yo no me movía de mi escondite, iba hasta mi pieza y traía al mi muñeco de power ranger azul (Billy) que se le daba vuelta la cabeza y de un lado tenía el casco puesto y del otro sin el caso. Se paraba en la puerta y amenazaba con rompérmelo si no entraba. Era mi punto débil. Yo salía como un estúpido de mi escondite y me acercaba cauteloso a la puerta. Cuando mi mama me veía me decía, tratando de poner una voz de buena: entra, Leandro. Yo contestaba: no, me vas a pegar, y empezaba a llorar. ¡Entra que no te voy a pegar, Leandro!, me decía media sacada. Y yo, que sentía que lo que decía por ahí era verdad, creía en sus palabras y entraba despacito. Cuando ya estaba adentro, veía como a mi mama se le dibujaba una cara de triunfo y me encajaba el primero de 57 cintazos (¿tantos?).
Es innumerable la cantidad de veces que caí en este truco.
Igual, para desgracia mía, el tormento no terminaba ahí. Después de haber recibido la paliza, veía como mi mama se iba dejándome ahí tirado mientras me gritaba: ¡y vas a ver cuando llegue tu papa!
El mundo se me venía abajo de nuevo. En ese tiempo todavía creía que Dios me podía salvar, y como un gil me la pasaba rezando rosarios, ave marías y padres nuestros pidiéndole al niño de navidad que mi mama no le cuente a mi viejo la cagada que me había mandado.
Mis hermanos me llamaban para jugar pero no yo no iba, no podía hacer nada sin que el terrorífico pensamiento de la llegada de mi viejo a casa se me haga presente en mi mente.
Generalmente a mi mama se le pasaba bastante rápido el enojo y afortunadamente para mí esto hacia que se evitara la paliza de mi viejo.
Cuando ya éramos más grandes (ya vivía en Santa Fe, seguíamos portándonos como el culo) mi mama implemento un nuevo método de tortura: «La Varita Justiciera».
Como afuera de mi casa había arboles, a mi vieja, siempre tan creativa, se le ocurrió arrancar una rama larga y finita. Pensó que esa iba a ser una buena idea para disminuir nuestros actos de vandalismo infantil. 
La experiencia personal con la varita justiciera hizo que deseara al viejo y olvidado cinturón, ya que si bien la varita no dolía tanto como el cuero del cinto, picaba como la puta madre, y este dolor se prolongaba por años (wtf??) y dejaba marcas irreversibles en la piel (omfg!!).


Queres cortarte las venas? Tomá!